© canarias7.esEl espíritu perdido de la Transición
El Rey subrayó que la Transición no fue un milagro ni una concesión unilateral, sino el resultado de un esfuerzo compartido entre sensibilidades muy distintas, capaces de anteponer el interés general a las legítimas diferencias ideológicas. En un contexto político marcado por la polarización, la descalificación constante y el ruido, ese mensaje adquiere una fuerza especial.
Frente a la tentación de reescribir la historia con categorías simplistas, Felipe VI reivindicó la complejidad y el valor de un proceso que permitió a España dotarse de un marco democrático estable y de derechos y libertades inéditos hasta entonces.
Ese llamamiento a la convivencia contrasta con las críticas fáciles que, desde ciertos sectores de la izquierda radical, se lanzan contra la Transición, presentada a menudo como un pacto de élites o como una renuncia imperdonable. Se olvida así que aquel periodo fue, ante todo, un ejercicio de responsabilidad colectiva en un país que salía de una dictadura y que carecía de referentes democráticos recientes. Deslegitimar ese legado sin ofrecer alternativas realistas no solo empobrece el debate, sino que erosiona los consensos básicos sobre los que se asienta nuestra vida común.