
Una facción del ejército se hace con el poder en Madagascar tras las protestas de la generación Z
Las protestas por los cortes de agua y electricidad fueron el germen de la crisis política en la cuarta isla más grande del mundo. Con un proceso similar al llevado a cabo en Nepal y Marruecos, pronto las demandas se ampliaron a la denuncia de la corrupción y la miseria extrema en la que vive la población. Tras enfrentamientos saldados con 22 muertos, las masas radicalizaron su postura al exigir el pasado fin de semana la renuncia del jefe de Estado.
El respaldo del Cuerpo de Administración de Personal y Servicios del Ejército de Tierra (CAPSAT) a los jóvenes precipitó la salida de Rajoelina. Al parecer, el presidente temió que esta unidad, encargada de la logística militar, pudiera detenerlo. Su temor se hallaba justificado ya que, hace 16 años, esta misma élite propició su propia llegada al poder y la destitución del dirigente Marc Ravalomanana. Como sucedió en aquella ocasión, el descontento popular sirvió de justificación para la intervención castrense.
La historia se repite. El veterinario andaluz José Luis Guirao reside allí desde hace treinta años. «Entonces, el país estaba mal, y ahora, peor», lamenta. «La situación social es catastrófica, sobre todo en el sur de la isla». Como promotor y actual director de la Fundación Agua de Coco, radicada en Granada, ha llevado a cabo cientos de proyectos en el territorio, desde iniciativas para la inclusión social a otros de carácter educativo o contra el trabajo infantil.