
Milei recibe en la Casa Blanca el apoyo político y económico de Trump para evitar la debacle electoral
Lo cierto es que saludar bien no es cosa menor. Hay quien te entrega la mano como un pájaro muerto, y hay quien te la estruja con tal fuerza que se te clavan los anillos. Hay manos blandas, frías y sudorosas como un bloque de mantequilla, y manos duras, ásperas, llenas de callos. No sé cómo son las manos de Sánchez al tacto. Tampoco las de Trump. Sí sé, sí sabemos, cómo saludan.
El norteamericano es de los que te llevan a su terreno, metafórica y literalmente, que le das la mano y te pega un tirón, como si quisiera arrancarte el brazo para disecarlo y exponerlo en alguna sala de la Casa Blanca. Posiblemente, en la misma en la que quiere colocar la medalla del Nobel de la Paz.
Pero Sánchez aguantó el tipo, le devolvió el tirón y contraatacó los dos golpes en la mano que recibió de Trump con un toque en el codo. Me juego el cuello a que la coreografía la había ensayado con un guardaespaldas fornido. Y varias veces.