
La industria europea paraliza sus fábricas ante la baja demanda
Cuando Porsche presentó a los inversores su salida a Bolsa hace tres años, su director financiero prometió que sus vehículos eléctricos se venderían mejor –y serían más lucrativos– que sus legendarios homólogos de combustión. Hoy, con un precio de acción que se ha desplomado un 49% desde su debut, el fabricante alemán anunció que detendría sus planes para desarrollar un SUV eléctrico que se enmarcase en el mismo segmento que su modelo más popular, el Cayenne.
Los síntomas de Porsche, la división de deportivos de lujo del Grupo Volkswagen ponen de manifiesto la dura realidad a la que se enfrenta el sector de automoción en Europa: es difícil convencer a los clientes a que den el salto a la movilidad cero emisiones, una realidad a la que les empujó Bruselas con la prohibición de los motores de combustión prevista para 2035 y que les ha costado miles de millones de euros en desarrollo y cambios productivos para un mercado –el europeo– que, aunque sea grande, tiene menos proyección de crecimiento que otros.
Las primeras apuestas por los modelos eléctricos vinieron en los segmentos superiores del mercado, con modelos como el Porsche Taycan –que vendió más unidades que el icónico 911 en 2021– o el Mercedes-Benz EQS, con precios por encima de 100.000 euros. La clave, según el director financiero de Porsche del momento, Lutz Meschke, estaba en «que los clientes estarán dispuestos a pagar más por ellos al tratarse de una tecnología nueva». Esto no parece haberse cumplido y ahora el objetivo de los fabricantes es equilibrar su valor con el de los vehículos térmicos.