
El salvavidas del hospital Virgen de las Nieves
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En cuanto retumbaba el primer trueno, se iba la luz: tímida bombilla, decimonónica y única que pendía del centro del zaguán de la casa que ... compartíamos dos familias, y que se encendía y se apagaba con el alumbrado de la calle.
Así que nos quedábamos sin poder escuchar los discos dedicados en el 'arradio', qué 'arradio' ni qué leches, si no teníamos: el primero lo compramos de segunda mano por mil pesetas, cuando yo andaba por los dieciséis. Menos mal que al menos el teléfono seguía funcionando, qué teléfono, si en casa de mis padres no hubo teléfono hasta los años ochenta.
En fin, que aquello era un estropicio en toda regla: sin 'arradio', sin teléfono, sin televisión, sin frigorífico, sin internet, sin na.