El miedo como motor de la historia
Sostenía Michel de Montaigne en uno de sus magníficos ensayos, escritos en la década de los ochenta del siglo XVI, que “lo que más miedo me da es el miedo”. Este excedía, argumentaba a continuación, a todos “los demás trastornos”. El miedo resulta primordial en la vida, en la historia, tanto en el pasado como en el presente, en lo individual como en lo colectivo, en lo social y en lo político. El novelista y ensayista estadounidense Howard P. Lovecraft afirmaba, en 1927, que era “la emoción más antigua y más fuerte de la humanidad”.
Se trata de una emoción fundamental, con múltiples aspectos expresados en un vocabulario florido: desde el terror al temor, pasando por el horror, la angustia, el pánico, el pavor, el recelo, la aprensión o la inquietud. Los historiadores se han ocupado del miedo –aunque quizá menos de lo esperado teniendo en cuenta su importancia–, desde Georges Lefebvre y Jean Delumeau, con el imprescindible La peur en Occident (1978), hasta Joanna Bourke y su excelente Fear: A Cultural History (2005).
En Miedo. Una historia alternativa del mundo , recién traducido en la editorial Paidós, el historiador británico Robert Peckham nos propone una historia nueva del mundo –alternativa– a través de dicha emoción, que define como fenómeno cultural y neurocientífico compuesto. La relación entre miedo –y pánico–, poder y libertad resulta central. Como se afirma, el miedo es un medio para el poder y “es alimentado por aquellos que pueden beneficiarse de él, ya sean políticos, movimientos religiosos, organizaciones mediáticas, compañías tecnológicas, grandes farmacéuticas o instituciones financieras”.