
El albañil asesino que huyó de El Dueso hasta Senegal
Como cada mañana, Ana Aguirrezabal abrió el bar 'Acua', en el barrio de Santa Lucía en Vitoria, para limpiarlo y dejarlo listo para su apertura. Cuando llegó la primera camarera, a eso de las 6.50 horas, descubrió su cadáver. Ana tenía 34 años. Era «alta, guapa, rubia, muy reservada». Y estaba en el lugar y momento equivocados.
Aquel 14 de diciembre de 2000, pocos en el barrio conocían que un violador homicida andaba suelto por la zona mimetizado como un vecino más. Respondía al nombre de Guillermo Fernández Bueno, un albañil cántabro de 23 años y que apenas llevaba unas pocas semanas en la capital alavesa. Vivía de alquiler con su hermano a escasos metros de la escena del crimen.
«Aunque eran tiempos en que los asesinatos llevaban el sello de ETA, las primeras investigaciones de este crimen enseguida se derivaron hacia una razón sexual. Aquello dejó, sin duda alguna, en la población vitoriana una tristeza muy grande y una preocupación dentro de la Policía Local y de la Ertzaintza», comparte Miguel Ángel Echevarría, entonces concejal de Seguridad Ciudadana.