Oposición miserable y derechos humanos
Urge reformar la Ley Electoral para superar el chantaje permanente de quienes, con la ley actual, se dedican, ya sin pudor, a saquear la caja común. Una pequeña suma de minorías no puede imponer una tiranía.
Hay que aceptar que las grandes mayorías electorales nunca volverán, los antaño partidos mayoritarios, PP y PSOE, no se repartirán más el pastel del voto en dos cómodas mitades, dejando las migajas para el resto. La fragmentación será la norma y, en adelante, el horizonte parlamentario, un arco de sillones cada vez más multicolor. O sea: una perspectiva ingobernable.
Urge acabar con este sistema que ha demostrado propiciar la inestabilidad política y la ruina económica cuando, llegado el caso, puedan aparecer en el horizonte aventureros políticos, sin escrúpulos éticos, que no se paren ante «líneas rojas» y estén dispuestos a saltarse cualquier freno de la razón que les impida tomar el poder. Nos apremia poner límites legales al presidencialismo.