«No olvido la cara de la chica que no pude salvar»
Santos estaba pensando en jubilarse, le pesaba demasiado agachar el lomo con seis décadas a la espalda y después de toda una vida con la paleta en la mano. Llegó hace treinta años al Parque Alcosa de Alfafar desde Alcázar de San Juan, en Ciudad Real, buscando mejores oportunidades, y en este barrio, que creció sobre todo al abrigo de la inmigración andaluza en los años sesenta, ha tenido a sus hijas y ahora a sus nietos.
«Me he pasado toda la vida luchando», asegura, con la paleta en la mano, e intentando hacerle algunos apaños al humilde local que es sede de su negocio de albañilería. «Está todo destrozado». Hasta el marco de la puerta se la llevó por delante, y está intentando arreglarla. Pero está agotado y, sobre todo, abatido.
Desde su casa pudieron rescatar cinco personas a las que la fuerza de la corriente arrastraba lanzándoles cuerdas, pero Santos no va a olvidar nunca la cara de la joven que después de dos intentos fallidos no pudo agarrarse. Se le llenan los ojos de lágrimas, y cuenta además cómo su yerno salvó la vida de milagro.