
Mario Vargas Llosa, un gigante de las letras latinoamericanas
Cuántas vueltas y espectaculares giros de guion ha dado la vida del premio Nobel Mario Vargas Llosa, fallecido este domingo en Lima a los 89 años, desde que en 1962 en la ciudad de Barcelona el Premio Biblioteca Breve le descubrió al mundo con ‘La ciudad y los perros’ y de paso estableció el kilómetro cero de algo que todavía estaba fraguándose. Un movimiento llamado muy oportuna y muy comercialmente Boom, con un padre como el editor Carlos Barral y una madre, la agente literaria Carme Balcells, que rompería las fronteras de la literatura en castellano en el mundo para hacerse universal.
Hay una frase del uruguayo, caótico, genial, Juan Carlos Onetti que definió muy bien el talante del peruano. Para él, decía, “la literatura era una amante” mientras que en el caso de Vargas Llosa “se trataba más bien de una esposa a la que hay que atender cotidianamente”.
El compromiso del peruano a este respecto, serio y profundamente formal, es el de un escritor profesional que se documenta hasta la extenuación en la materia de la que va a tratar y no deja nada al azar. Si hasta el momento había imperado el modelo de escritor autodestructivo, alcoholizado y genialoide, él supone un tipo de creador más mesurado y profesional, más acorde con los tiempos.