© hoy.esCon Trump la paz siempre es difícil
Pero la vida da muchas vueltas y ocho meses después en lugar de convertirse en una amenaza para la paz mundial, el presidente norteamericano ha asumido el reto de arbitrar la solución de las dos grandes guerras territoriales que se están librando en la Franja de Gaza y Ucrania. Trump había prometido que su amistad con Vladimir Putin y su autoridad con Benjamín Netanyahu las liquidaría en un par de semanas.
El tiempo va pasando y la realidad es que su intervención como pacificador ni siquiera ha conseguido una tregua en los combates para poder seguir negociando los acuerdos necesarios sin escuchar el estruendo de los bombardeos o el clamor del hambre como fondo. La pomposa cumbre de Alaska con el viejo zorro Vladimir Putin acabó dejándole en ridículo ante la opinión internacional: lejos de conseguir ablandar a su proclamado amigo ruso, la entrevista concluyó refrendando algunos de sus argumentos ante la guerra de Ucrania.
Lo más destacado de su balance del «éxito» de Trump fue que la guerra podría acabarse en el mismo momento en que el presidente Zelenski se lo propusiera. Es decir, que después de tres años resistiendo a una agresión y a una fuerza militar muy superior, renunciando al territorio invadido e incluso hipotecando su futuro como país independiente, sin capacidad para poder aliarse, al igual que el grueso de sus vecinos, renunciando a convertirse en miembro de la Alianza Atlántica, tan odiada desde el Kremlin.