Los nacionalistas escoceses rompen la coalición con los Verdes por las discrepancias en la política climática

Al Partido Nacional Escocés (SNP) le va de mal en peor desde hace algo más de un año. Es como si primero le hubieran atracado en la calle, luego entrado en casa los ladrones, más tarde hubiera padecido un incendio, seguido de inundaciones, y la guinda hubiese sido un terremoto. El resultado es que su hogar está patas arriba, solo un tercio del electorado se muestra dispuesto a votarlo en las próximas elecciones, y su botín de 43 diputados en Westminster puede quedar reducido a menos de la mitad. Se debate entre pedir la baja por depresión o tomar pastillas para combatir la ansiedad.

A fin de frenar la precipitada caída de popularidad desde que Nicola Sturgeon dimitió hace trece meses, su sucesor, Humza Yousaf, ha roto unilateralmente la coalición con los Verdes escoceses (también independentistas) que permitía al SNP gobernar en mayoría (le faltan dos escaños para tenerla por sí solo en el parlamento de Holyrood). A sus ya exsocios no les ha sentado nada bien, como era de esperar. Y después de denunciar la “cobardía”, la “traición al electorado y al compromiso del cambio climático”, se han sumado a una moción de censura presentada por los conservadores.

Yousaf, mucho menos carismático que sus predecesores Alex Salmond y Nicola Sturgeon, puede pasarlas canutas cuando se debata la semana que viene, y para sobrevivir necesitará que todos los miembros de su partido le apoyen sin excepción a pesar de las fisuras internas, e incluso solicitar la ayuda de figuras como Ash Reagan, que fue su rival por el trono del SNP y se ha pasado a Alba, otra formación independentista.