
La disputa por entrar en la Universidad pública en España: casi dos alumnos por plaza
Por favor, ya está bien. Lo que está ocurriendo aquí es algo que ya no parece asunto político, sino algo así como la invasión de los ultracuerpos.
Todo un país que fue grande –quizá demasiado y toda grandeza se paga- y que aún hoy figura entre los que tienen más personalidad de Europa, el país cuna de la única lengua que compite en extensión y riqueza literaria con el inglés, el país que incorporó al diccionario de la política palabras decisivas como «liberal» y «guerrillero», un país que desafía a la sensatez de los académicos, a la religiosidad de los clérigos y al muermo de laicos estilo Monsieur Homais, el país que como señaló irónico y admirado Bismarck dedica sus esfuerzos a intentar destruirse a sí mismo y a resistir sus tentaciones de suicidio… ese país como no hay otro, que si no existiera habría que inventar para que el mundo no perezca de aburrimiento… por decirlo de una vez, España.
Pues bien, precisamente España está en las garras de quienes más la detestan (aunque a la española, claro), en poder de una gentuza que la malbarata como hacían los tunantes y ladrones del cervantino patio de Monipodio pero con mucha menos gracia, con la más tosca y zafia rapacidad.