El independentismo acentúa su fractura a la espera de Puigdemont
El independentismo encara la cuenta atrás de Carles Puigdemont más dividido si cabe. Con ERC y Junts de nuevo a la greña a cuenta del pacto de los republicanos con el PSC para investir a Salvador Illa, ayer mismo la Asamblea Nacional Catalana dio la espalda a los Comités de Defensa de la República (CDR) en su intención de sacar hoy a la calle al soberanismo, una protesta que terminó desconvocándose. A la espera de ver qué pasa con ese anunciado regreso, el presidente del Parlament, Josep Rull, ha retrasado 24 horas la ronda de consultas previa a la investidura.
Esta vez parece que Puigdemont, ahora residente en la Cataluña francesa, va tan en serio que ha recibido mensajes de representantes de la sociedad civil para que no vuelva, para que no interfiera en la elección de Illa y Cataluña vuelva a tener un Gobierno.
Sin embargo, Puigdemont no desistirá porque es su última carta. El ciclo electoral de Junts ha sido malo. Municipales, generales, europeas –estas fueron especialmente sangrantes– y autonómicas, donde hincó la rodilla ante el PSC, han enseñado un partido que vive de su líder pero que en cada convocatoria se deja plumas en la gatera. Los siete diputados de las generales, a pesar de ser un mal resultado, fueron un revulsivo porque puso a Junts como árbitro en la compleja política española. Lo convirtieron en el Pepito Grillo del PSOE que toreaba con la zanahoria y con el mazo dando.