El diablo negro que apareció en Canarias no tiene las dimensiones que creías

De darme de bruces con un diablo negro en aguas de Tenerife, o dejarían de contar con mi presencia o arrebataría el récord olímpico a León Marchand. Ignoro por qué semejante pez que habita en las profundidades escogió salir a la superficie, a plena luz, para pasar sus últimas horas a no ser que tuviera intención de que retrataran el terror que provoca su figura.

Quizás quiso asistir a la llamada de los descendientes del mastodonte, que para el caso es la impresión que transmiten los acólitos del trumpismo que se montaron una gaupasa en toda regla en Madrid al grito de lanzarse a la Reconquista (de vaya usted a saber qué), con Abascal como anfitrión “de barba puntiaguda, cerebro vacío y pose de puntillas”, que dice el ministro Puente.

El pavor que desprenden supera la arcada de La sustancia. La herramienta del cordón sanitario se ha demostrado estéril ante su pulsión electoral en medio mundo. Basta remitirse al partido ultra español que no necesita de líder, donde sus dirigentes precipitan su marcha y del que, dicen los corrillos, se barrunta una escisión.