
Ayuso y Roglic se retan en el Giro
Su clima, el de la carrera, y no solo en términos meteorológicos, envuelve a quienes se acercan a él. El Tour se puede amar al primer vistazo u odiar profundamente; la Vuelta, por mucha emoción que tenga, no acaba de alcanzar el clímax, pero el Giro es fascinante.
Es una carrera tan deliciosa como caótica. Ante la cerrazón total del Tour, donde cualquier orden es de obligado cumplimiento, el Giro todavía permite buscar atajos, encontrar recovecos en los que colarse. Frente a los cuadriculados franceses que organizan la mejor carrera del mundo, los divertidos italianos se lo toman en serio, pero no tanto como para que la fiesta parezca demasiado rígida e impostada. El primer Giro es como el primer amor, nunca se olvida, porque puede ser alegre, divertido, impetuoso, desagradable, impulsivo, aburrido. Como una relación.
Por eso, la carrera que comienza mañana será, como siempre, digna de seguir de cerca. Después de la tiranía que impuso el año pasado Tadej Pogacar, que no dejó de ser también una manera de observar dónde podían estar sus límites, la edición de 2025 se vuelve mucho más abierta, porque entre el ramillete de favoritos no se identifica a un posible vencedor por aplastamiento, como sucedió con el esloveno.