Piñeiro deja en su esquela un mensaje para su "querida parroquia"
Hay compañeros que tienen la herramienta de la inteligencia artificial en su ordenador y que, cada vez con más frecuencia, le entregan a la tecnología el poder de confeccionar sus relatos, luego, ponen su toque, corrigen y hasta le insuflan un poco de aire contaminado de humanidad, pero un columnista no puede, o no debe hacer eso. Dejaría de respirar el tiempo de vida de su autor, sus flaquezas y rebeliones, sus filias, sus fobias y su compromiso. La inteligencia artificial es políticamente correcta, no está hecha para cometer esos errores que solo detectamos los humanos.
Todo esto viene a que hace poco una bienintencionada amiga me hizo una demostración de lo que los tiempos presentes y futuros nos trae al mundo de la escritura. Ella introdujo una serie de premisas en su petición y tuvo el descaro de pedirle a su aplicación que construyera un artículo con mi estilo sobre un tema concreto. Un botón y bastaron unos segundos para que nos entregara un texto.
Reconozco que tenía cosas mías, pero era como los parecidos físicos de un padre y un hijo que ha heredado los genes de su madre. Había palabras que acostumbro a utilizar, las frases se habían construido de forma similar pero no tenía alma, carecía de musicalidad y tampoco percibí esos errores que a veces cometo.