6Foto© hoy.esNuestra Señora de la Columna
Henos aquí otro año, queridos lectores, reunidos en torno a esta ara. Con este son ya nueve los Jueves Santos que tengo el cuajo de encaramarme a este púlpito a soltarles el sermón de las 350 palabras mientras ahí abajo la parroquia se divide entre los que observan vigilia severa y los que caen en los pecados de la carne, que venimos a ser los mismos a diferentes horas del día y la noche.
A ver, no me quejo. Pero disponer de una tribuna fija desde la que predicar en el desierto es un privilegio y una tortura que solo entienden quienes lo gozan y la sufren cada semana.
Lo que sí constato es que, en esta década de pasión, calvario y éxtasis ante el Word en blanco que me embarga todos los santos jueves del año, según vengan dados las musas y el ánimo, me he hecho infinitamente más vieja por fuera y más niña por dentro. Sí, se puede.