
«No hay nada más complicado y maravilloso que hacer un libro»
Ya pueden los sociólogos analizar el por qué de todo esto. Las redes sociales en sustitución de la prensa profesional, el populismo sin freno o la desinformación que paradójicamente ha propiciado la época de mayor acceso a la comunicación.
El resultado es que alguien que puede considerarse la persona de mayor influencia mundial puede aconsejarnos que bebamos lejía para combatir el covid y comunicar a sus ciudadanos como medida negociadora que tiene una larga cola de jefes de gobierno dispuestos a besarle el culo. O proponer que Gaza se convierta en un complejo turístico una vez que las bombas saquen de allí a la población autóctona.
Y no pasa nada.
Amenazar a periodistas, tratar de acabar con la libertad de prensa y humillar a las mujeres. Perpetrar espectáculos de baja estofa en el despacho oval. Hacer ostentación de su incultura. Y conseguir con ello el aplauso, no ya de sus votantes incondicionales, sino de una corte de representantes políticos que lo adulan y tratan de emularlo.