
Las lágrimas de Mario Vargas Llosa
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Y así se hizo. Los ecos de la novela me retumbaron en los oídos.
Y la noche en la que conocí a Pilar Solís, el amor de mi vida, cenando en una inolvidable cita a ciegas, estaba terminando de leer La fiesta del chivo, ocupando Mario, sin saberlo, un espacio significativo en nuestra primera conversación.
En 1991, conocí a Mario personalmente en una conferencia dentro del ciclo de La Semana Marañón en Toledo. Al terminar el acto quiso venir a conocer nuestro Cigarral, y en aquella inolvidable visita se fraguó una amistad que desde entonces fue haciéndose más y más profunda durante los siguientes treinta y cuatro años.
Desde el año 2007, nuestra amistad se ha desarrollado en el rico escenario del Teatro Real.