© ideal.esEl camino hacia la soberanía digital
El problema de Europa es que depende en gran medida de las empresas estadounidenses, líderes mundiales, en una etapa en la que ni el Gobierno de Washington ni estos actores privados quieren establecer reglas del juego suficientes para civilizar la tecnología. Su mentalidad es la contraria, promover la disrupción y la desregulación. Se justifican porque quieren ganar al régimen de Pekín en esta carrera y también monetizar al máximo sus inversiones en tecnología.
Los europeos no deben resignarse a ser 'esclavos digitales' ni de Estados Unidos ni de China. El gigante asiático combina el control político, la censura y la vigilancia de los ciudadanos con tecnología barata y de suficiente calidad, capaz de difundirse rápidamente por todo el mundo.
Pero su modelo no es compatible con la aspiración europea de que el progreso tecnológico no debilite la democracia y la libertad del individuo.