© ideal.esEl águila y el dragón, condenados a entenderse
Las maniobras orquestadas por Washington para aislar al rival asiático, como la confiscación por parte del gobierno holandés de la empresa China Nexperia, no han gustado a Pekín. Y con la paciencia agotándose, ha dado un golpe sobre la mesa y ha anunciado la suspensión de sus importaciones de soja de Estados Unidos, y las restricciones a la exportación de sus minerales de tierras raras, esgrimiendo las mismas razones de seguridad nacional que la Casa Blanca.
El gigante asiático, el mayor comprador de la soja estadounidense, con una cuota de más del 60% del total de las exportaciones, suspendió sus importaciones en septiembre, enviando un mensaje alto y claro a la amenaza de Washington de reimponer tarifas del 100% a principios de noviembre. Un paso que ha alarmado a los agricultores de soja del Medio Oeste estadounidense, quienes a medida que se acerca la cosecha de otoño ven 1,7 millones de toneladas métricas estancadas en sus almacenes. Un desastre económico cuyo efecto dominó golpearía a todo el sector de la industria en la región.
En un intento de recular, hace una semana Trump se apresuró a señalar que los aranceles del 100 por cien que había propuesto a China a partir del 1 de noviembre eran «insostenibles», enviando otra vez un mensaje contradictorio y de incertidumbre a los mercados.