
Cómo tener cien años y un cerebro de cincuenta
Bienvenido Ferrero Fernández cumplió 100 años en marzo y asiste puntual a las clases de inglés a las que se apuntó este año. Camina «siempre despacio y mirando para no tropezarse», vestido con elegancia. Traje, chaleco y bastón. «Estudio inglés por entretenerme, por gastar el día.
Quiero llegar a dominarlo y sigo estudiando en casa», afirma con voz firme y mirada seria, mientras toma un café solo, un ritual que realiza cada mediodía. «Lo tomo como un tónico», dice en la mesa de la cafetería del centro de mayores público, donde asiste a las clases. Cada día, a las siete se levanta y hace ejercicio, con un sistema de barras y poleas que instaló en su casa.
Luego, «si no voy a misa, siempre hay alguna necesidad, como la peluquería, la sastrería o ir al comercio», y después de ese par de horas en la calle regresa a su hogar, «si no tengo nada que hacer», cuenta Bienvenido, que estudió en un instituto de León hasta que estalló la Guerra Civil y se preparó como pudo para entrar al bachillerato en su pueblo.