
Niños de la guerra ilustran el horror de la contienda del 36
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Vladimir Merino se tiene ganado el cielo. Está bautizado dos veces, una por el rito ortodoxo ruso y otra conforme a la tradición católica.
Si quisiera, podría pedir que se le llamara Vladimiro, con el nombre españolizado, pues al sacerdote que vertió en Rentería (Guipúzcoa) el agua bautismal sobre su cabeza no le gustaba ese nombre de raigambre rusa, que entonces era poco menos que sinónimo de comunista.
La razón de este doble bautismo no es otra que Merino es hijo de una niña de Rusia, Carmen Barrera, que formaba parte de las 3.000 criaturas evacuadas a la URSS en 1937 durante la Guerra Civil.