5Foto© larazon.esClarisas de Allariz, la esencia de la Navidad en clausura
En estas fechas valoramos más que nunca la grandeza de la familia y la fortaleza que constituye nuestro hogar, un cortafuegos contra la mediocridad del mundo. En estas fechas es la algarabía, las voces de los niños, y los abrazos de los viajeros que vuelven como en un anuncio de turrón. Hay otra Navidad, nos lo recuerdan cada año los curas en las iglesias, los voceros de lo auténtico, la voz de la conciencia que nos despierta del relampagueo cegador de los escaparates. La de la soledad, la de la enfermedad, la de la ausencia.
De algún modo, gracias a la bendita tradición, salvaguarda de la felicidad, contemplamos como una anomalía la Navidad o incluso la Nochevieja de los que están solos. Es como un error, como si algo hubiera salido mal, aunque ese algo a veces sea simplemente la vida, que pasa, y las páginas del diario que se va llevando el viento.
Lo pensaba ayer, al ver por la ventana de casa a una abuela, con su rebequita y su media luz, prendiendo la última vela de la corona de adviento. Vive sola. La corona arde. Vence cada día la tentación del desarraigo, del descuido, de dejar que la tristeza se instale en medio del aislamiento.