
Abadiño recupera Atxarte con EHU
Resultaría raro no escribir esta columna sobre el escándalo de (supuesta) corrupción que nos envuelve. De esas comisiones, mordidas, cuentas, sobres y gastos excesivos que sacuden al PSOE en conexión con el Ministerio de Transportes de hace unos (pocos) años. De cómo vicios y costumbres, delitos ya se determinará, que creíamos de épocas pasadas y ya superados, vuelven una y otra vez a reproducirse en las instituciones, en la Administración y sus entornos, sin que cambie un ápice su vulgaridad, obscenidad y grosería.
Resultaría raro no escribir esta columna sobre los dobles raseros, las dobles varas de medir o las extrañas maneras de mirar una misma realidad ocultándose detrás de unas gafas convenientemente ideologizadas. Lo que era, es. Lo que se criticaba, se debe criticar. Y si hace siete años se denunciaban comportamientos corruptos, ahora, de la misma manera, tiene que hacerse.
Si la responsabilidad de realizar nombramientos era motivo suficiente para exigir renuncias, en este momento debería serlo. Si la competencia «in vigilando» existía, tendría que exigirse ya. Y si no bastaba con pedir perdón, una disculpa no puede ser suficiente.