Una boda entre rejas tras un noviazgo en la cárcel: «Conocernos fue nuestra salvación»
Para entenderlos como pareja hay que presentarlos antes por separado. Tere es de Salobreña, tiene 49 años y tres hijos. Después de pasar siete años en Albolote, cumple el tercer grado en el Centro de Inserción Social (CIS) de Granada. Su pareja es Arturo, de 51 años, natural de Granada. Lleva en Albolote siete años, le quedan seis. La condena restante la pasará alejado de su ahora esposa, que desde hace un tiempo duerme en el CIS. «Lo echo mucho de menos. No lo veo como antes», relata ella a este periódico.
El amor surgió en los pasillos. No es algo extraordinario, tal y como comenta una funcionaria de prisiones. «A veces conectan con solo una mirada. Aquí todo se magnifica, son muy apasionados», asegura. Hombres y mujeres duermen en módulos separados, pero coinciden en algunos momentos, como cuando asisten a clase. Así surgió la relación de Tere y Arturo. «Nos mandábamos cartas.
Yo le decía que la quería, que luchara por salir de aquí, porque ella tiene menos condena que yo. Le transmitía que nos hemos equivocado, pero todos merecemos una oportunidad y ahora aprovecharemos la nuestra. Cosas así. Ahora que está en el CIS nos las seguimos mandando. Le pregunto cómo están sus niños, como haría cualquier novio en una relación», apostilla él. Respiran hondo y se dan un beso.