
Tragedias del ‘sólo sí es sí’
El hogar es mucho más que la casa en la que habitamos: es la morada a la que encomendamos nuestra intimidad, nuestro descanso y nuestra seguridad. Para una mujer -cuyo nombre ocultaré refiriéndome a ella como «X»- el lugar llamado a ser su refugio se convirtió en el espacio de su tormento. En el escenario de una pesadilla que aconteció hace años. La ley llamada a ser la más feminista de la democracia ha obligado a X a revivirla.
Hacía frío a esa hora de la mañana, pero X había dejado una ventana abierta mientras realizaba las labores domésticas cotidianas. Ni tan siquiera lo escuchó colarse en el interior. No lo vio hasta que ya estaba en la habitación. X le conminó a que se marchase, pero él hizo caso omiso: le quitó la ropa y, cuando ella intentó zafarse, la arrojó sobre su cama y la violó. No usó preservativo, eyaculó en su interior. X intentó escapar, pero la retuvo en la instancia durante más de una hora. Pudo huir cuando su agresor se ausentó unos instantes para acudir al baño.
No era la primera vez. Unos meses antes ya la había violado. En el mismo sitio y de la misma forma. Como consecuencia de la agresión, X contrajo una enfermedad de transmisión sexual y quedó embarazada. Decidió abortar, no quería al hijo del criminal que había arruinado su vida y nosotros no somos quiénes para juzgarla por ello.