
Tóxicos en fritos, ebullición explosiva... y otras verdades sobre los microondas que suenan a bulo
El funcionamiento de estos aparatos, sustentado en la radiación no ionizante (ondas electromagnéticas similares a la que emiten nuestros teléfonos móviles, aunque más potentes), sirvió para que se extendiese el bulo de que la estructura molecular de los alimentos quedaba alterada al ser 'irradiados'. ¿Acaso un simple café con leche puede convertirse en tóxico tras pasar por el microondas? Ni mucho menos. Este se limita a generar calor por fricción, agitando las moléculas del agua y sin dejar residuo alguno en la comida.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) y la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) coinciden al afirmar que los microondas no implican riesgo alguno para la salud bajo una utilización normal. Es más, no existen evidencias científicas de que provoquen cáncer y, en algunos casos, resultan más beneficiosos que otros métodos culinarios. Así lo concluye la Harvard Medical School, que encontró una mayor preservación de los nutrientes respecto al hervido y las frituras (especialmente al cocinar con poca agua).
Buena parte de culpa de que los microondas sigan demonizándose la encontramos en las redes sociales, donde abundan las historias falsas; aunque también son cada vez más quienes rechazan instalar uno en sus hogares por cuestiones bien distintas: el deseo de retornar a una cocina más tradicional, en sartén y a fuego lento; y por la necesidad de abandonar el consumo de ultraprocesados, más probable si tenemos un microondas a mano.