
Por qué la reunión de Elon Musk con la plantilla de Tesla a las 9 de la noche demuestra hasta dónde es capaz de llegar
Porque una hora es mucho más de lo que parece. En una hora puedes tener esa conversación que cambia el rumbo de tu vida o, simplemente, decidir no tenerla nunca. Puedes reconciliarte con alguien a quien creías perdido o perder a alguien que dabas por seguro. En una hora puedes escribirle ese mensaje que llevas semanas rumiando y borrar las palabras cien veces antes de atreverte a darle a enviar... o no enviarlo nunca y quedarte con la espinita clavada para siempre.
Una hora puede ser el rato en el que por fin te atreves a mirar hacia dentro y darte cuenta de que no eres feliz, o el momento exacto en el que alguien te abraza tan fuerte que todos los pedazos rotos encajan otra vez. En una hora puedes decidir dejarlo todo y largarte a recorrer el mundo, o quedarte quieto y ver cómo la vida –ingrata ella– sigue su curso sin ti.
Y sí, ya sé que es solo una hora. Pero no. No es solo una hora. Es una parte de mi vida, y mi vida no es algo que se pueda andar quitando y devolviendo como si fuera un abrigo en el perchero de un bar. No quiero que me la roben con la promesa de que en octubre me la devolverán. ¿Y si en octubre ya no estoy aquí? ¿Y si octubre me pilla en otra vida, en otro lugar, o, peor aún..., sin ganas de que me devuelvan nada?