
Madrid arranca el otoño con la cuchara en la mano
Pero el otoño llega por sorpresa colándose inesperado ante el asombro de los acostumbrados al sol brillante. Antes de que las hojas del jardín de Floridablanca caigan de los árboles monótonas y tristes, la niebla habrá tocado bajo los puentes del Segura su sordo tambor otoñal
Esa niebla que separa la ciudad de la huerta y deja como flotando sobre el cielo de noviembre las piedras de la Catedral de Murcia mirándose en los celestes cristales, con crespones otoñales viendo a la huerta suspirar
Es el retorno a la intimidad de la ciudad y del hombre; la suave alarma de los seres que cruzan rápido por la mañana hacia el quehacer de cada hora. La prisa inquietante de una ciudad que despierta al trabajo y al pan de cada día; pero siempre habrá en cualquier esquina un yunque golpeando la niebla, deshaciéndola y recordando al cielo que estas tierras son de un sol brillante, vivo y cegador