
«Le enseñé a escuchar con el corazón»
A él, nacido «en el México ocupado, o sea, Texas» aclara, solo le preocupaban dos cosas: ¿Qué zapatos llevaría cuando saliera al balcón? ¿Nombraría a su predecesor? En su primer discurso, Francisco no nombró a Benedicto, ni este a Juan Pablo II, pero León se apresuró a tranquilizar a su rebaño: ·Todavía tenemos en los oídos la voz débil pero valiente del Papa Francisco bendiciendo Roma·, entonó.
El académico franciscano estaba electrizado. El nuevo pontífice no se había calzado los zapatos rojos que tanto embelesaban a Benedicto, sino unos negros propios, como hacía Francisco. Todas las señales indican que habrá continuidad en la misión social de la Iglesia, en un momento en el que EE UU vive un vacío de liderazgo moral que tiene desconsolados a muchos católicos.
«Necesitamos un líder, porque el curso que lleva nuestro país no es el correcto», opina Joe Jonaitis, que había arrastrado a sus tres querubines hasta la catedral del Santo Nombre de Chicago. «Mi abuelo era un refugiado de Lituania, la justicia social es muy importante para mí y, en particular, el trato a los refugiados. Nunca deberíamos hacer sufrir a otros solo porque no son de aquí». Y al decirlo se le quiebra la voz.