
Las baterías de estado sólido, la fiebre del oro del coche cero emisiones
Existen varias fiebres del oro en el mundo del automóvil, avances que, de alcanzarse, se convertirían en una ventaja competitiva tan grande que sus creadores se convertirían en jugadores dominantes durante décadas. Estos desarrollos supondrían hitos en la historia de la ingeniería, como el desarrollo de un sistema de conducción autónoma –conseguir que las empresas logísticas se ahorren sus costes laborales es suficiente promesa de lucro para lanzarse a la investigación– o descubrir la siguiente generación de baterías para el coche eléctrico.
Durante la mayor parte de la última década los mejores químicos del planeta se han centrado en desarrollar acumuladores más estables, más ligeros, más seguros, más resistentes al fuego, más fáciles de producir y más baratos –idealmente, todas las anteriores– y parece que el Santo Grial capaz de conseguirlo son las baterías de estado sólido.
La tecnología actual que alimenta los coches eléctricos no es diferente a la de un teléfono móvil, solo que en una escala mayor. El electrolito de las celdas actuales es líquido, un solvente altamente inflamable que explica por qué los incendios eléctricos son tan difíciles de extinguir.