4Foto© larazon.esLa precariedad laboral y la asfixia fiscal llevan a la mitad de los jóvenes españoles a querer cobrar en B
Soy un hombre de barra y trago rápido. Las discotecas son las bibliotecas del corazón. Las luces cálidas y el tintineo de copas. Sé que me estoy haciendo mayor porque ahora bailo. Pero durante años, como un halcón con caperuza y pihuelas, descansaba calmo en los márgenes de la pista. En la periferia del ritmo. Alejado de los bafles y del sudor.
España ahora es una rave donde se le van los pies hasta al fiscal general del Estado. Basta con que David Broncano toque el bombo, para que unos y otros salgan a decir lo suyo. Unos y otros. ¿Ven? Ya somos dos, en un reloj, como Flik y Flak. Buenos y malos. Indios y vaqueros. Piezas negras y piezas blancas.
«La verdad no se filtra, la verdad se defiende», dijo Álvaro García Ortiz, y es un poco como gritar «Right about now, the funk soul brother» cuando pinchaban a Fatboy Slim. No hace falta entender la letra. Todo el mundo se sabe ya la coreografía.