La osadía de hacer vino en el Himalaya
«Tiene aromas a cereza madura, una textura muy sedosa, notas tostadas, café, chocolate, sándalo, lo único que te podría recordar al frío es el fuego de una chimenea», describe la Master of Wine Almudena Alberca. «En una cata ciega, los expertos se volverían locos para identificar su origen».
Se trata de una cabernet sauvignon cultivada a 2.500 metros de altitud, en la frontera entre el Tibet, Sichuan y Yunnan, a los pies de la cordillera del Himalaya. Lo cultiva una familia que durante generaciones se dedicó a la producción de té, hasta que Huangrun Zhan y su hermano se dieron cuenta de que la vid ofrecía mejores oportunidades.
La primera añada, correspondiente al año 18, acaba de salir al mercado a un precio de 350 euros la botella. Quizá alto para lo que estamos acostumbrados en un país vinícola como España, pero algo más razonable si se tiene en cuenta el esfuerzo necesario para producirla. De hecho, si algo tienen en común los vinos que presentó Alberca en la cata de altura que cerró de la tercera edición de Andorra Taste es que, a pesar de proceder de uvas, suelos y climas muy distintos, «todos son fruto de una viticultura heroica».