
El techo del mundo muda de piel entre mantras y microchips
A casi 5.000 metros de altitud, en la ribera del sagrado lago Yamdrok, Dolma Lingpa ofrece fotografiarla con su cabra de níveo pelo. Con la piel curtida y como la corteza de un olivo centenario, vestida con el traje tradicional tibetano, la campesina pide 20 yuanes por la foto. De su cinturón pende una cartulina para pagar con un código QR de WeChat, la aplicación 'mágica' para hacer casi todo en China. Es la prueba de que el Tíbet, la puerta del cielo, la tierra del sol, el viento, el agua y las portentosas cumbres, mantiene un pie en el medievo y otro rozando el siglo XXII.
En el corazón de esta legendaria región de majestuosas montañas, en el techo del mundo, la cobertura 5G no falla. En la meseta más alta del planeta, donde las plegarias tibetanas flotan en el viento y las cumbres rozan el cielo, el milenario pasado convive con la modernidad. Entre monasterios, microchips y coches eléctricos, el Tíbet cambia a velocidad de vértigo.
A unos 200 kilómetros del sagrado lago del escorpión, en el milenario monasterio de Gongkar Chö, Kelsang Chouepel, su abad, consulta entre mantra y mantra su móvil de última generación. Bajo su túnica asoman unas modernas deportivas. Con sus pintonas 'zapas' Nike recorre el complejo del siglo VIII con un grupo de agentes de viaje de todo el mundo explicando la llegada del budismo a la planicie tibetana hace unos dos milenios.