
El señor Folla está «jodido»
«Venir aquí a las tres de la tarde es de valientes». Lo dice bajo un sol de justicia Ramiro Folla, uno de los nueve habitantes de la aldea de San Xulián, una parroquia del concello de A Rúa, en el interior de la provincia de Ourense, un rincón gallego de la España vaciada encaramado sobre una montaña de alcornocales, choperas, castaños y abedules que el fuego ha reducido a troncos esqueléticos aún humeantes y a tierra quemada.
San Xulián, con apenas una decena de vecinos empadronados, es el pueblo más pequeño de todos los afectados por el incendio de Larouco, ya estabilizado, el más grave en la historia de Galicia, que ha devorado 45.000 hectáreas, incluidas las 1.105 de la sierra que rodea la aldea, y que sirven de pasto natural a las 200 cabras, el centenar de ovejas y las dos vacas de Ramiro, que hoy, sin forraje que llevarse al vientre, se mueren de hambre metidas en una nave industrial.
El pueblo está formado por una treintena de viviendas (aunque solo cinco permanecen habitadas todo el año), cuenta con una vieja ermita del siglo XVIII y su única calle (sin asfaltar) está jalonada de establos y casas de piedra, muchas en estado ruinoso, que se levantan junto a dos acequias por donde corre un agua cantarina, que aporta algo de frescor al calor infernal de las tres de la tarde. Las meigas de esta aldea vivieron en otro siglo tiempos mejores, pero hoy el aspecto de San Xulián es triste, tan lúgubre y dantesco como el paisaje quemado que la rodea.