'El juego del calamar' (temporada 2): el horror de la polarización y el caos
'El juego del calamar' no es ningún juego. Ni una serie de supervivencia más. Producción de desbordante éxito, en su origen el producto disponible en Netflix destilaba un aroma que ya nos sonaba de sagas como 'Los juegos del hambre' o 'Divergente'. Más juveniles y occidentales las películas, pero ambas propuestas incluyen un evidente trasfondo de crítica hacia la clase dominante. La producción coreana, en cambio, ha decidido ir un paso más allá, rompiendo cualquier status quo y plasmando una teoría del caos que se parece en demasía a la sociedad global en la que vivimos.
Prometo no hacer espóiler más allá de que tendremos que esperar unos meses para asistir al desenlace de esta locura. Pero que nadie se indigne. Al fin y al cabo también nos pasa con las guerras, que durante unos días nos hablan de ellas hasta en los partes meteorológicos, durante un tiempo parecen no existir, de vez en cuando nos cuentan alguna masacre para que no olvidemos de que están ahí, y con suerte y de repente la noticia es un misterioso acuerdo de paz que parece haber brotado como las setas.
Mientras llega la tercera temporada, la segunda de 'El juego del calamar' nos deja inquietos. Y ya no porque la siniestra niña de 'Luz verde' amenace con volver de nuevo, y esta vez con refuerzos.