
El gran robo de jarabe de arce
Si Canadá presume de algo es de ser un país extraordinariamente cívico y seguro. «Te dejas el iPad en el metro y tienes un 90% de posibilidades de que aparezca», me asegura Carlos, un madrileño que lleva años trabajando en una división de la ONU sita en Montreal. Como verán, ya estoy haciendo contactos con el fin de que me nombren embajadora en misión especial, que para eso he venido.
Será por ese civismo y por los bajos niveles de delincuencia canadienses por lo que el gran robo del jarabe de arce conmocionó al país. A simple vista, el asunto suena más a 'El robobo de la jojoya' que al asalto al tren de Glasgow, y parece demasiado baladí como para que los canadienses se echaran las manos a la cabeza.
Pero el arce en Canadá no es cosa menor, sino que es cosa mayor: sin ir más lejos, la hoja de arce aparece en la bandera canadiense desde que, en 1965, Lester B.