Cuatro años tras la pista de los asesinos de Joseíllo en Granada
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El bombo giraba y giraba frente a la atenta mirada de millones de personas, los que estaban en la sala y los que seguían el sorteo de la lotería de Navidad 2020 a través del televisor. Mientras los niños de San Ildefonso cantaban El Gordo y miles de españoles revisaban sus décimos, en Santa Fe, un pueblo de Granada, Joseíllo, como le conocía su entorno, era secuestrado.
Estaba hablando por teléfono con su familia, que escuchó el forcejeo y, después, el silencio. A la mañana siguiente, una pareja de ciclistas encontró su cuerpo en la sierra de Huétor Santillán, otro municipio ubicado a unos 30 kilómetros de Santa Fe. Dio a una compleja investigación de cuatro años para resolver un caso inquietante, diferente, con tintes mafiosos.
La víctima podía tener muchos enemigos: lideraba una organización dedicada al tráfico de marihuana a gran escala. Obtenía miles de euros gracias a este negocio y cuatro guardaespaldas le protegían; era un narcotraficante de cierto nivel. La Guardia Civil estaba investigando esta banda, estrechando el cerco, planeando registros. Y, entonces, se cruzó en medio el secuestro.