
Caída masiva y victoria de Groves
El ciclismo en ruta es el estadio al aire libre más grande del mundo, pero también tiene sus inconvenientes. Haga el tiempo que haga no hay techos retráctiles, ni pabellones cerrados. Todo se hace a pecho descubierto o, como mucho, cuando hace frío y se desciende un puerto, cubierto con la última edición de La Gazzetta dello Sport metida por debajo del maillot, algo que cada día se estila menos, pero que todavía tiene sus partidarios.
Decía un antiguo maestro de periodistas, Emil Dovifat, que no hay nada más viejo que un periódico de ayer, una frase que los redactores jefes de los tiempos de la linotipia y la máquina de escribir desgarraban con crudeza diciéndoles a los aspirantes a ser grandes periodistas que «esa gran crónica que pretendes escribir, servirá mañana para envolver pescado». Ya no está vigente esa expresión, entre otras cosas, por las normas higiénicas que impiden a los pescaderos utilizar periódicos para despachar el género.
Sin embargo, quienes se dedican a escribir de ciclismo, se consuelan, al menos, con la posibilidad de que uno de esos grandes cronicones que intentan redactar, sirva al menos para aliviar la sensación térmica de algún ciclista en el descenso de un puerto mítico, aunque no la lean. A ser posible, un campeón, pero lo mismo da si es un gregario. Todo sea por ayudar.