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Son las cinco y no he comido

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Eran las cinco y el presidente no había comido. ¡La epopeya de este héroe asombroso no tiene final! Los periodistas preguntando tonterías, que si Cerdán, ... que si Koldo, que si el dinero, y el estómago incordiándole, haciéndole ruiditos, reclamando ya cualquier cosa: un gazpacho, un rodaballo, un pincho de tortilla... ¡Las cinco y sin comer!

Lo que tiene este hombre que aguantar por nuestro bien. Esto no pasaba ni en las épocas del Peugeot, cuando Koldo sacaba la guía Campsa e iba marcando de mitin en mitin las mejores tabernas. Luego el pillín le guiñaba el ojo a Ábalos, pero solo ahora atamos cabos.

¿De qué hablarían en aquel Peugeot?

Tal vez de Hannah Arendt o de Simone de Beauvoir, escritoras que parecen muy del gusto de Cerdán, pero que a Koldo y a Ábalos seguramente les recordarían a otras Hannahs y a otras Simones, filósofas de catálogo y salto de cama, intelectuales carnales que se enrollaban que te cagas y a las que había que apuntarles el nombre por si luego, quién sabe, había hueco en Adif.