Sinner avanza pero demuestra que no es intratable
Esta semana, dos hechos retrataron perfectamente la política de este país. El lunes, el señor Feijóo reunió a su poder autonómico para presentar de forma ostentosa su plan para resolver el drama de la vivienda. El martes, el señor Sánchez convocó a su poder nacional para presentar de forma no menos ostentosa su plan para resolver el drama de la vivienda. ¡Qué bien!, dijimos los pocos ingenuos que sobrevivimos. ¡Por fin el señor Feijóo mete la palabra ilusión en su sistemático discurso del no! ¡Por fin el señor Sánchez se interna en la política de las cosas!
Superada esa infantil euforia, que duró exactamente 30 segundos, vino la realidad adulta: ¿por qué tan ilustres líderes no tratan de “tejer complicidades”, como diría Esquerra, y presentan un proyecto común? Sería magnífico. ¡El 80% del Parlamento unido ante el mayor problema social del momento! ¡No hay discrepancias para afrontar algo tan sensible, tan delicado y tan doloroso para millones de personas, especialmente los jóvenes, que no tienen donde caerse vivos!
Nos han negado esa generosidad y ponen el debate donde siempre: una nueva pelea para defender el proyecto propio y descalificar el contrario. Ambos consumirán sus energías en esa descalificación mutua, obviamente se impondrá el proyecto del Gobierno y el resultado será el que el mercado quiera. Disculpen la expresión algo antigua: les falta amor patrio. En las alturas se carece de todo amor patrio. Solo hay amor al voto, hasta que el votante se termine de cabrear.