
Prisión para el hombre que asesinó a otro al creer que había matado a su padre
A lo augusto, por lo angosto. Nadie regala nada. La vida, la irrepetible experiencia del viaje de regreso a Ítaca, es siempre compleja. Hay múltiples interpretaciones para este azaroso viaje. Por un lado, es algo totalmente injusto, una sucesión de inconvenientes, escollos y problemas. Que cuanto más intensa es tu vida, mayor es la cantidad de obstáculos que deberás superar, o sencillamente encajar. Pero hay que aceptar la vida y jugar los naipes con la mayor pericia. La vida es algo grandioso, una experiencia realmente única. Pero las cartas te las dan y decides tú las jugadas.
Esta perspectiva pudiera parecer desesperanzadora, si no fuera porque hay una segunda enseñanza, un impresionante mensaje. La vida es así de dura, pero sencillamente es una experiencia maravillosa. La vida rebosa de contratiempos, de los que también se puede aprender, pero es una explosión irrepetible de luz que tenemos que saborear hasta el último minuto. Y cuanto más conciencia de ello, mucho mejor.
Este pasado mes de junio falleció mi Padre. El 20 de junio de 2025. Estas líneas, al igual que siempre, tienen una finalidad terapéutica. Compartir emociones y sentimientos, aunque sea con desconocidos amigos, te permite sanos ejercicios de introspección. Más aún, cuando alguien te para, te comenta, sobre lo que expusiste hace unas semanas, o como le llamó la atención esto o aquello. Ahora comparto algo muy mío, muy de mi familia. Eso sí, he dejado transcurrir unas semanas para digerir, con sosiego y calma, un proceso tan fuerte como es una despedida o un hasta pronto.