
Las vidas que amputa la guerra
A partir de ese momento, lo sucedido es como una nebulosa. Tarasenko recuerda ver lo que quedaba de su pierna colgando por debajo del torniquete, unido precariamente al cuerpo y balanceándose para adelante y para atrás con los tumbos que daba el blindado en el que fue evacuado hasta el punto de estabilización más cercano, un pequeño hospital de campaña cerca del frente de guerra. «Allí me amputaron la pierna por debajo de la rodilla», cuenta en Kiev.
Una vez que los médicos habían controlado las hemorragias provocadas por la explosión, Tarasenko fue trasladado a otro hospital con más medios. «Vino a verme el cirujano y me dijo que no era recomendable preservar la rodilla, porque resultaría más complicado colocar una prótesis. Me dio diez segundos para decidir qué hacer. Nunca pensé que a los 36 años tendría que tomar esa decisión», relata, todavía estremecido por el recuerdo de aquel día. El ucraniano le hizo caso al especialista. «Le estaré agradecido siempre por haberme dado el consejo adecuado», afirma.
No fue fácil adaptarse a la prótesis. Es doloroso y requiere un largo aprendizaje. Pero Tarasenko ha logrado moverse ya con tanta soltura que ha representado a Ucrania en los Juegos Invictus que se celebraron el pasado mes de febrero en Canadá y que reunieron a militares amputados de todo el mundo.