
La televisión es nutritiva
Niñera y profesora al mismo tiempo, la televisión fue nuestra institutriz, que si no de qué iba a saber yo lo de las Cuevas de Nerja o que el lobo ibérico caza en manada. Eso sí que era aprender disfrutando, y no ese rollo de los juegos didácticos. Dos canales, dos, nos bastaban para conocer el mundo.
Eso creíamos, y eso es lo que queremos creer en estos tiempos en los que hay una fe más optimista en el pasado que en el futuro: ahora que cada uno tiene un altarcito portátil, como los toreros, nuestra memoria ha construido un hogar ideal alrededor de aquel altar doméstico frente al que éramos convocados, y la nostalgia, tramposa, nos reconstruye pegando pedazos de lo que fuimos para mejorar el recuerdo, para almibararlo.
Así nos va.
Aquella televisión era nutritiva, como cantaba Aviador Dro, pero porque la veíamos comiéndonos un bocadillo de chorizo. Realmente, lo que añoramos es zampárnoslo sin engordar, porque si llegamos a saber que 'El coche fantástico' se iba a hacer realidad por obra y gracia de Elon Musk, le hubiéramos prendido fuego a la Fundación para la Ley y el Orden. Y me la juego a que KITT, tan moderno él, ni siquiera tenía aire acondicionado. «¡Tanto Luchy, tanto Luchy, y se llama Luciana!», decía con soniquete Gracita Morales en 'La ciudad no es para mí'. Pues eso.