La resistencia del Oporto examina al líder de la Premier
Pocos ambientes hay en el planeta fútbol como el de Anfield y pocos partidos hay ahora mismo en el globo como un Liverpool-City. Los dos elementos se dieron cita en la ciudad de los Beatles y el resultado no podía ser otro que un ambiente inmejorable. El 'You'll never walk alone' sonó hasta poner la piel de gallina y dio paso a dos equipos que se jugaban, quién sabe, el título de la liga inglesa.
La oportunidad era única y lo sabían los dos contendientes. Klopp puso en liza todo lo que tenía en óptimas condiciones salvo a Salah, que tocado esperaba en el banquillo, y Guardiola alineó a todos los jugones de una tacada. Bernardo Silva, Foden, De Bruyne y Julián Álvarez, ahí es nada. Todos a disposición de la voracidad de Haaland.
El plan de Guardiola era bajar cuanto antes las revoluciones de Anfield, con ganas de guerra. Y vaya si lo hizo. El City salió a jugar con la misma personalidad con la que entrena cada día entre semana, atreviéndose a todo, con un 3-6-1 que permitía presionar muy arriba en campo contrario y a la vez madurar cada jugada gracias al inagotable talento que Guardiola tiene bajo su tutela en la parcela ancha. Así comenzó una fina lluvia que poco a poco fue calando al Liverpool hasta los huesos.