
La jueza de la dana investiga la muerte de 37 dependientes controlados por la Generalitat
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La noche de la dana, miles de valencianos se encontraron con un miedo que traían aprendido de la niñez, cuando otras riadas nos enseñaron que la devastación se instala en el imaginario de varias generaciones.
Aquellos que eran jóvenes y no lo pudieron vivir escucharon igualmente, en historias que pasaban de abuelos a nietos, de padres a hijos, los efectos de las inundaciones del Turia o del Júcar, o crecieron —crecimos— entre adoquines que aún rememoran hasta dónde llegaron las aguas del 57.
O de la pantanada del 82, que dejó afectados que se acostumbraron a dormir con la mano tendida al suelo por si el río se presentaba al pie de sus camas. Así lo hicieron durante años, aunque vivieran en un tercero.