La intrahistoria de la grave lesión de Bernal
En apenas tres partidos el de Berga se había convertido en el ancla. En ese pivote defensivo que, con cautela y prudencia, podía hacer olvidar de una vez por todas a Sergio Busquets. Atrevido, con personalidad, haciendo jugar, ocupando una parcela de terreno inmensa.
Pero la mala fortuna quiso que en un añadido larguísimo de Soto Grado fuera a intentar cortar un balón con Isi Palazón y su rodilla, en un movimiento antinatural, se rompiera. El chico, extenuado tras un esfuerzo de aúpa durante más de 97 minutos, se fue al suelo. Sus compañeros pidieron asistencia y ya con los profesionales sobre el césped constataron que algo no andaba bien.
Eran momentos de máxima tensión en el partido. El Barça no había sabido ‘matar’ y estaba aculado atrás sufriendo las embestidas de un Rayo que atacaba con más corazón que otra cosa. En el banquillo, Flick y su staff en pie, fuera de si. Protestando cada acción. Pasaban los segundos y Marc no ingresaba de nuevo al césped de Vallecas. La comunicación de punta a punta era, lógicamente, imposible. Nadie oía nada. Flick miraba a la otra punta, esperando una seña o una orden para que el chico entrara.