
La esencia de la nueva China
Los rascacielos de Pekín centellean en la cálida noche de junio. El denso tráfico se torna caótico por las interrupciones de miles de motocicletas de repartidores, que no respetan los semáforos (las multas son inferiores al plus que les pagan por llegar en tiempo récord). Las 28 líneas de metro siguen saturadas como siempre.
Los centros comerciales destilan efluvios de gastronomía variada para deleite de los consumidores que compran en persona, a pesar de Alibaba (el Amazon chino). La ciudad vibra ajena a la guerra comercial que cogita la Casa Blanca. China sigue decidida su trayectoria hacia su destino de primera economía del siglo XXI.
Y se consolida como la sociedad digital más desarrollada, donde se paga en los supermercados con reconocimiento facial (adiós privacidad) y se difunde la inteligencia artificial a través del tejido multiforme de la vida.